Supremacismo
Supremacismo
Por: Roberto Hernández
Montoya | Sábado, 13/09/2014 01:00 PM |Aporrea
La Revolución Bolivariana se propone incluir el excluido sin excluir
al incluido.
Roy Chaderton
Las tres utopías del siglo XIX están cumplidas: los Estados Unidos,
la Unión Soviética e Israel.
Fernando Savater
Y los tres peores
supremacismos andan desmoñados: fascismo, sionismo y yijadismo. El fascismo fue
derrotado en 1945 en toda la línea, pero reentró por la ventana. En Venezuela
pone guayas para degollar tuquis en motos. Tuqui es palabra usada
peyorativamente por nuestro supremacismo blanco.
Ven chavistas en un centro
comercial y les espetan «vete pa un Mercal», «vete pa Cuba». Es decir, el
Apartheid. Según eso, recíprocamente, nadie de oposición debiera comprar un
carro chino o iraní. No podría ir a un CDI ni recuperar la vista en Misión
Milagro. Cada quien su infierno. O paraíso, según se vea.
El supremacismo consiste en
la exaltación de una parte de la humanidad en detrimento de otra, que se vuelve
esclava, proletaria, plebeya, en todo caso explotada. En nuestro desorden
colonial hubo castas bien delimitadas: peninsulares, blancos criollos, blancos
de orilla, pardos, indios, esclavos. Entre esas castas no había rendija posible,
pues solo se reproducían dentro de cada casta. Salvo los pardos, que se
escaparon de esta fina malla, y por eso eran execrados como bastardos porque no
nacían con orden. En el Sur de los Estados Unidos el supremacismo blanco
decreta que «una sola gota de sangre negra te hace negro». Pensamos así cuando
decimos que Obama es negro porque es hijo de un negro y no que es blanco por
serlo de una blanca.
Practicamos esmeradamente
los rasgos distintivos que en lingüística permiten diferenciar entre las palabras
tasa y pasa, porque el primer sonido es claro y distinto. Se llama fonema. En
la vida social constituimos distinciones análogas a los fonemas y por eso
Ferdinand de Saussure propuso la Semiología, «el estudio de la vida de los
signos en el seno de la vida social». La adscribió a la sicología aunque luego
tomó rumbo propio. Es así como en Venezuela, por ejemplo, el supremacismo
blanco llama niche todo lo que no es última moda gringa. Y, recíprocamente, la
gente que según esto es niche llama «un pinta» o sifrina a quien lo considera
niche. Una por otra. Palo por palo no es palo.
Lo peor del supremacismo es
su irracionalidad radical. No se puede ni hablar con él. Su área de comodidad
es la distinción. Si no la hay se alarma y le entra el frenesí destructivo que
llamamos fascismo. Como no había gente de piel oscura en Alemania el nazismo
desorbitó una «raza» judía tanto como inventó una «raza» aria, para crear
distinción a juro. Radical. José Martí nos enseñó que «no hay odio de razas
porque no hay razas». Lapidario. Por eso lo de la «raza judía» me lo tienen que
explicar a la luz de los asquenazíes de ojos claros y los judíos etíopes. En la
utopía israelí los catires asquenazíes en el poder discriminan a los sefardíes.
Es lo que cierta minoría
sueña para Venezuela. Que sigan las aberraciones que nos separan. Quienes
practican esas aberraciones hablando de niches y tuquis son los beatos que
declaman que Chávez dividió a los venezolanos.
Roberto Hernández Montoya
Licenciado en Letras y
presunto humorista. Actual presidente del CELARG y moderador del programa
"Los Robertos" denominado "Comos Ustedes Pueden Ver" por
sus moderadores, el cual se transmite por RNV y VTV.
roberto.hernandez.montoya@gmail.com @rhm1947
APORREA-14/09/14
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